martes, 10 de agosto de 2010

KINELOCURA





kinelocura













Los locos en el cine documental hace rato que vienen causando el interés de muchos realizadores. En el artículo anterior mencioné San Clemente, hoy voy a hablar de un pequeñito documental chileno realizado por Pedro Chaskel en el año 69 del siglo pasado: Testimonio se llama, dura alrededor de 7 minutos. A cargo de la cámara estuvo Héctor Ríos, el director de fotografía de El chacal de Nahueltoro, y en la voz en off podemos escuchar a un idealista Héctor Noguera, quien en esos años se proyectaba como un actor conciente. La pieza documental muestra la miserable calidad de vida de los internos del hospital siquiátrico de Iquique de esos añazos. Realmente miserable. El blanco y negro de la imagen hace todo más tétricamente indigno: rejas, candados, vidrios quebrados, escombros, sitio eriazo, polvo minero nortino desértico, sol que sobrexpone la película y que encandila y quema la piel, un solo baño para las 23 internas, un solo baño para los 29 internos, el personal debe hacer sus necesidades en los mismos servicios antihigiénicos, 19 celdas individuales, caras nortinas de muerte en vida, caras de aburrimiento total de la existencia. En realidad, las imágenes dicen lo que decimos como cliché: más que mil palabras. Y para no ser egoísta, mejor les sugiero que lo vean en youtube. Ahí podrán darse cuenta, además de las pésimas condiciones de vida de aquellas personas que ya pasaron a la historia, de que el cine chileno de aquella época tenía unas intenciones súper grandes de denunciar cosas como estas como una forma de remecer la buena conciencia de los ciudadanos. Esa debiera seguir siendo la principal premisa del cine documental siempre, ya que es el tipo de cine que tiene la valentía de acercarse a estos lugares y hechos, de registrarlos y ponerlos en la paleta de temas que debiéramos considerar importantes de solucionar. Temas que la clase política evita tratar, asuntos humanitarios de suma urgencia que pasan inadvertidos ante los ojos de la destartalada conciencia de nuestro aturdido pueblo, hechos amparados por un Estado al que le conviene absolutamente la pasividad de sus tributarios. Nadie tiene derecho a pataleo, mucho menos los infelices que tienen que estar encerrados en estas miserias. El documental patalea, el cine pobre que se preocupa por esos detalles que yacen ocultos bajo los carteles destruidos de las caras de los candidatos. Mejor los dejo con el texto final de la película, qué poema más bello:
Estos hombres no votan / no son de ningún partido político / no pagan impuestos / no hacen el servicio militar / no escriben cartas a los diarios / no defienden a la patria / no rezan / no sirven a ningún patrón / y además / no tienen dinero.















Este es un artículo que hemos incluido en La Exótica Revista de UMEnidades nº6 del Taller de escritura y lectura creativa de la Unidad de Mediana Estadía del Hospital Siquiátrico del Salvador (Valparaíso), donde me desempeño como facilitador bajo el mote de Profesor Zoronka.



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